martes, 21 de junio de 2011

El concierto



Con el paso de los años Andrei Filipov nunca dejó de amar lo suyo, soñaba día y noche con poder volver a sentir la efervescencia que lo invadía al dirigir la famosa Orquesta del Bolshoi. Luego de ser despojado de su labor como director tras defender a sus músicos judíos , comenzó a trabajar en el mismo lugar donde ensayaba con su orquesta, pero como limpiador. En ese lugar siempre estaba observando los ensayos, creyendo por segundos que aun poseía el trabajo que tanto amaba.

Un día la vida le da una segunda oportunidad y debe pensar en tomarla o no, considerando los costos que esto podría acarrear. Así, valientemente comienza una aventura que lo llena de emociones, lo hace reencontrarse con la vida que llevaba y con otras cosas que dejo pero que nunca olvido, ya sea la música o personas.

Desde la butaca acogedora del Biógrafo logro sentir la pasión de Andrei , se logra palpar. La película no solo cautiva por la aventura que emprende con fuerza Andrei, sino que la globalidad del filme logra atraer la atención. En cada escena es posible hallar pizcas de un humor sencillo, que va sumando al atractivo de la historia de fondo.

Radu Mihaileanu de origen judío es el director de esta comedia de producción francesa, italiana y belga que data del año 2009, pero que llego a nuestros queridos cines recién este año, recibiendo muy buenas criticas.

Hacia el final de la película preparo mi atención para ver que tal el final. Los finales de las películas suelen tener una muy alta expectativa por parte del espectador, aunque no siempre resultan ser lo mas importante para la evaluación posterior de una película. El concierto posee uno de esos finales que es capaz de cambiar la opinión de la película entera si es que esta resulto fome, sin embargo este no es el caso.

De a poco los instrumentos se mimetizan en el aire, la música flota con las imágenes y comienzan a danzar de la mano de la creación de Tchaikovsky, soltando la melodía y dejándola en los espacios vacíos del cine en aquella tarde de viernes. Es el violín, es la emoción que no teme demostrar la violinista estrella de la Orquesta del Bolshoi, ni menos Andrei , quien se emociona hasta las lágrimas reviviendo con la música los sucesos de su vida.

Sin duda esta es de aquellas películas que son capaces de ir mas allá de un atractivo técnico, y sazonan las emociones con melodías que no solo salen de instrumentos sublimes, sino que brotan también de las pasiones de los personajes que encauzan su vida por un solo objetivo final, que es capaz de movilizarlo tanto él, en este caso Andrei, así como al espectador, haciéndolo participe de principio a fin de su historia.Así, logra que las personas que están sentadas en la butaca, tan distantes unas de otras y que el personaje que esta en la pantalla rebosando de emociones, se vuelvan uno.

Los aplausos finales del publico a Andrei y su orquesta fueron el toque final a una seguidilla de emociones que llevaron la emoción hasta las lágrimas en algunos. Si los aplausos cerraron la escena final de la película, el silencio y algunos suspiros acomodaron las emociones de los espectadores de aquella sala en Lastarria para poder volver a la realidad, pero con melodías frescas adheridas a la piel.

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